el eco de sus tacones
jugaban con el silencio
del amplio salón en penumbras
cada paso despertaba la curiosidad
en su ajustado vestido
cada paso era el llamado
a perderse en el abismo
cada paso, una confesión
en la oscuridad,
la sombra oculta
mira el movimiento sensual
de sus caderas, en busca
del solitario encuentro
la negra casilla la devora,
desapareciendo lentamente
momento del susurro,
el momento del cuervo
la luz muere a lo vivido en imágenes,
hasta hora, de viejas historias
cada recuerdo calienta
y una pequeña gota de sudor
comienza a viajar por entre sus senos,
el deseo de viejos hechos se hace presente
de rodillas, mirando hacia la ventana de la nada,
la Mujer se sorprende al oír la voz ronca a su oído
“no existe penitencia para lo que me has dicho”,
mientras una garra invadía sus pechos,
“el perdón no existe”, y la otra garra
acariciándola entre sus piernas
las sensaciones la invaden
instintivamente abre sus piernas
y el sediento demonio bebe desesperado
la lluvia divina en el lugar prohibido
como arena de desierto absorbiendo
toda la humedad,
flashes de tormentas
descargando su energía en la boca
del insaciable hombre sin religión
nuevos pecados fluyen del templo
y mueren en la fosa de la perdición
la agitación en un suspiro final agotador
el alivio para Ella,
la satisfacción para Él
poco razonable,
nítido y vivo
el punto muerto
sin memoria
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