Adentrándome en el denso bosque
que me devora en una sola mordida,
avanzo torpemente entre los
centinelas que sostienen la oscuridad,
cerrando los ojos a la pureza de brea,
me dejo envolver por ese silencio que despierta
sin orden numérico la guardia nocturna,
sin moverse, me abre paso hacia el corazón
de los momentos
Ese lugar donde no se crea, ni quita.
Ese lugar donde no se destruye, ni entrega.
El pasado sonriente invocado para
rescatarme
El pasado unitivo que me libera
de mí mismo
al abrir los ojos, me encuentro
en el reflejo, que ya no ilumina
un desierto
simplemente…
revela una noche estrellada
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